Como parte de un sampler de Oliva que compré hace poco, luego que un amigo me apuntara a unos buenos samplers que tenían en AtlanticCigar. Como siempre pasa con los samplers, terminas con algunos puros que te interesan y otros que no tanto, pero que vale la pena descubrir. Como nunca he sido gran fan de los de capa Connecticut, aproveché que tenía un rato libre para probar este. Tiene una historia interesante, pues es la primera marca lanzada desde que Oliva vendió sus operaciones en 2016 y recibe su nombre por el patriarca Gilberto Sr., quien murió el año pasado. Sin embargo, la venta de la marca se limita a la marca per se, pues la familia sigue manteniendo los sembradíos de tabaco que comenzaron en el año 1969 en Nicaragua y que luego plantaron en Honduras, México, Panamá y las Filipinas. Sin embargo, de este existen dos líneas: el Oliva Gilberto Reserva y este Oliva Gilberto Reserva Blanc.

El Reserva Blanc se trata de un cigarro delicado, con una ligera oleosidad, muy pocas venas aunque algunas irregularidades a todo lo largo. No se siente muy sólido, solo en la perilla, y con aromas de bosta, cacao, granos de café y un toque de madera. La calada en frío presenta madera, nueces, cuero y un toque muy leve de pimienta, casi todo lo que esperaría de un Connecticut prometedor.

Para encenderlo uso un soplete de una sola turbina que me regalaron, perfecto para un Connecticut pues me garantiza que no le voy a dar demasiado fuego. Desde la primera calada se siente como un cigarro suave con un tiro perfecto y con una abundancia de humo. En el retrogusto se siente fuerte la pimienta, mientras que entre los sabores iniciales del puro se siente crema, almendras y un aspecto dulce que se siente como de turrón por su combinación con las almendras. La intensidad del puro vacila entre suave y media.

Mientras concluye el primer tercio, los sabores varían un poco, permitiendo que el café se sienta de protagonista, pero es un café aguado, casi como un café americano. Las almendras también se mantienen en el centro del sabor y su fusión dulce sigue pareciéndose al sabor de un turrón, mientras que en el retrogusto ya no se aprecia ese toque de pimienta y en la lengua se siente muchos menos matices picantes.

Un poco más de la mitad del puro y los sabores son de madera y ese mismo café suave como protagonistas, mientras que de fondo se sienten otros matices como de cuero, tierra y almendras que ya no son dulces, sino apenas son una sombra. La intensidad se ha hecho un poco mayor, bordeando el límite de lo que se llamaría media, pero todavía sigue siendo un Connecticut y se mantiene lo que se dice en inglés ‘mellow’.

En el último tercio los restos de turrón y de almendras desaparecen por completo, mientras que la pimienta regresa en el retrogusto, pero mucho menor que al principio. El tiro se siente un poco más apretado, pero como dije al principio, hacia la perilla se sentía mucho más duro el cigarro y el tiro es más apretado, así que es de esperarse, aunque la cantidad de humo no ha disminuido. No obstante, la intensidad del cigarro no aumenta en el final, manteniéndose casi igual que desde la mitad… aunque el cigarro no se calienta mucho tampoco.
Con el tiempo y la experiencia me he vuelto un poco más paciente y expectante con los Connecticut, pudiendo apreciar un poco su propósito y sus sabores suaves. Habiendo dicho esto, no colocaría el Reserva Blanc entre mis Connecticut preferidos, aunque su cantidad e intensidad de sabores es suficiente para satisfacer a quienes disfrutan más estas capas y el cigarro tiene un buen equilibrio de sabores e intensidades, y su construcción es perfecta. Lo que más me impresionó fue lo rápido que quemó, apenas superando la hora de fumada. Como me suele pasar con los cigarros de sabores suaves o casi uniformes, creo que las vitolas más pequeñas son ideales para ellos, y en este caso era un robusto, así que terminé bastante satisfecho con la fumada y contento de haberlo probado.

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