Una de las cosas que más me llamó la atención de los habanos en España fue su precio. Yo que pensaba que como Habanos SA es una compañía con capital español y que es el mercado más importante de Cuba (Europa en general), por eso costarían menos que los originales que consigo en República Dominicana. Pero no; los precios son prácticamente los mismos y muy por encima de los que consigo en algunas páginas de internet que sé que venden originales. No quiero decir que estos no lo sean, de eso no tengo duda, pero fue la razón principal por la que compré casi exclusivamente los habanos «baratos», pues nunca me ha gustado pagar a sobreprecio. Creo que a nadie le gusta.

Quai d’Orsay es una de esas marcas de habanos que pasó de un relativo protagonismo a un relativo olvido, y ha sido en los últimos 3 años que ha vuelto al mercado de manera más dominante, en parte gracias a una nueva anilla y sin duda que con mayor producción. Hace un poco más de un año probé el No. 54 de esta marca y terminé muy contento, sobre todo porque compré más de uno. Pero no tan contento porque son los únicos productos de la marca. Internamente este No. 50 es conocido como un Serie D, que casi siempre son robustos pequeños y este tiene una cierta esponjosidad, lo cual no me convence del todo. Pero también tiene una capa bastante lisa, con pocas venas. También tiene pocos aromas, que apenas me permiten sentir tierra y cuero, y no mucho más tanto en la capa como en la calada en frío.

El Quai d’Orsay comienza tan suave como esperaría, con una ligera nota ácida que podría considerar cítrica si no tuviera esa sensación ácida en la lengua, pero afortunadamente aparecen más sabores a lo largo del tercio, incluyendo algo de caramelo y cuero. Hay notas más suaves que se sienten minerales y le acompañan notas igualmente suaves de pasas y madera. El Quai d’Orsay tiene una propiedad que solo podría describir como aterciopelada en sus caladas, como una textura más densa en el humo, pero muy agradable. Quizá el único problema en este punto es el anillo de combustión, que se comporta tal como la mayoría de los habanos que he fumado lo hacen, que se traduce en una tendencia a desviarse al punto que todavía no requiere un retoque, pero amenaza con ello.

Para el segundo tercio del Quai d’Orsay la mayoría de los cigarros se fortalecerían un poco, o al menos marcarían una tendencia hasta ser más fuertes, pero este no. Si acaso, se hace más suave y sus sabores se simplifican un poco, haciendo que esa sensación aterciopelada se sienta más como tiza en mi boca y que hayan sensaciones extremadamente superficiales de sabores que pueden ser interesantes, pero no me deja apreciarlas del todo. Hacia la mitad del cigarro se sienten notas más notables de regaliz y sal, dos sabores que no quisiera combinar, y aquí tampoco lo están, por suerte; pero sí se sienten en momentos separados. El retrogusto es de un ligero sabor de cuero, vainilla, pero a un punto que no te deja apreciar ambos al mismo tiempo.

Para el último tercio los temas de la quemada ligeramente dispareja parecen haberse corregido solos y el único detalle fue que el tiro era irregular, como si estuviese más encendido de un lado que de otro, pero luego de inspecciones visuales, no lo parecía. Por si las dudas decidí darle un retoque en todo el centro y la producción de humo mejoró, pero los sabores siguieron suaves y sutiles. Hacia el final de este tercio aparecieron notas de merey y un ligero toque cítrico, que acompañaron los sabores de madera, cuero, caramelo y tiza que sentí durante casi toda la fumada. Ya de entrada sabía que sería una fumada corta y esa cierta esponjosidad en el cigarro en frío me reforzó la idea que no duraría mucho, por lo que al cabo de 45 minutos, el No. 50 llegó a su fin.
Siempre he tenido la teoría (que no es mía y es comprobada) que los cigarros de la misma liga te van a dar sensaciones distintas dependiendo de la liga. En los casos más extremos (lancero vs. gordo, por ejemplo) estas diferencias son más obvias, pero en casos donde las vitolas ya se parecen de por sí, esa diferencia tiende a ser más sutil. Sin embargo, este No. 50 es ligeramente más pequeño tanto en cepo como en largo que el No. 54, por lo que esperaría que los sabores fuesen más concentrados, pero fueron todo lo contrario; muy suaves, escasos y con una duración menor, siendo eso último lo único que esperaba. Por otro lado, no soy de la tendencia a irme hacia cepos mayores, pero este No. 50 realmente sí me hace buscar el cepo 54 para un mejor cigarro, e incluso seguirlo buscando, pues en precio no es tanta la diferencia.
