Hace años, cuando estaba en la universidad, por asuntos de créditos y requisitos de la carrera tenía que agarrar una clase sobre todos los temas de la carrera aunque no tuvieran que ver con mi enfoque. Mi carrera era comunicación, que no es «social» como en algunos países, sino que se llamaba Communication Studies por lo que, técnicamente, tenía que cubrir todo. Mi enfoque era en publicidad, pero también tenía que estudiar temas relacionados con periodismo, comunicación interpersonal, comunicación masiva, etc. Una de esas materias se llamaba Public Speaking, que tenía mucho que ver con hacer discursos y presentaciones. Recuerdo que me reprobaron la primera vez que la tomé, básicamente porque me cambié de carrera al mes de comenzado el semestre y caí en esta clase sin haber cursado nada referente a ella.
Esa misma semana que ingresé a la clase estaba pendiente hacer un discurso sobre cualquier tema. Claro, todos los que estaban cursando la materia ya sabían qué había que hacer, pero yo era el nuevo, el extranjero y el que venía de Marketing y ahora estaba estudiando Comunicación. Por supuesto, cuando vino la hora de dar mi speech, de nada valió decirle al profesor que no tenía ni idea de lo que había que hacer pues no estaba siquiera inscrito en la clase.
Por otro lado, además que no hice el discurso correctamente, noté que habían otros alumnos muy nerviosos sobre hablar en público y en medio de sus nervios se les caían cosas o se atropellaban en el texto. Cuando me levanté de mi asiento a recoger sus papeles y ayudarlos, el profesor me dijo que no podía ayudar. En pocas palabras, durante mi primera semana de cambio de carrera ya estaba dudando si había tomado la decisión correcta.
En el semestre de verano me tocó volver a agarrar la clase y el profesor era uno que ya conocía, que era muy divertido y con él y la buena relación que hice con la mayoría de los estudiantes, pude pasar mi materia con buena nota, finalmente. Pero esta historia tan larga viene porque entre los «tips» que me dio este buen profesor estaba el comenzar una presentación incluyendo a quienes no sepan de lo que estoy hablando y diciendo más o menos lo que van a aprender, pero también incluir a quienes sí saben de lo que voy a hablar y decirles que quizá pueden revisar y confirmar lo que ya saben y también aprender algo.
Así que si eres visitante asiduo de este blog, pues ya nos conocemos. Pero si no, que sirva este artículo como una pequeña presentación.
En este blog comparto algo de aprendizaje, pero también hago reseñas de tabacos, de ron, de whisk(e)y y de ginebras.
A propósito de las reseñas, quiero dejar claro que son reseñas. No son catas. La diferencia principal es que la cata es una apreciación, principalmente técnica de una comida, bebida o cigarro. Es decir, una cata técnica de un destilado va a evaluar su densidad, lágrimas, color, intensidad alcohólica en nariz y boca, intensidad de los sabores, permanencia, largura, retrogusto y aftertaste (que según muchos son sinónimos). En un tabaco evalúa su encendido uniforme, capacidad de mantenerse encendido, anillo de combustión, velocidad de quemada, solidez de la ceniza, calidad de los sabores, etc.
La reseña va a evaluar la cata técnica, pero también va a hablar de la experiencia. De hecho, en mi relación de puntos sobre 100, 55 puntos se refieren a la cata técnica y 45 se refieren a la experiencia.
A lo que voy con esto es que en los últimos meses he visto una gran cantidad de comentarios en persona y en el blog, de personas diciendo cosas como «el ron equis ha ganado 5 medallas internacionales y tú le diste baja puntuación».
Normalmente le doy la bienvenida a todo comentario, crítica, observación y opinión. Son ideales. Pero las medallas se dan por catas técnicas, en competencias muy reñidas y en donde se evalúan cientos de destilados o tabacos distintos. En prácticamente ninguna de estas puntuaciones se evalúan experiencias, principalmente porque no hay oportunidad de sentarse a disfrutar plácidamente de una copa de ron cuando tienen que probar otras 99, por lo menos. Pero porque simplemente no es el objetivo de la cata.
Por ello, yo evalúo la experiencia con el cigarro y con el destilado (rara vez juntos). Evalúo si fumarlo o tomarlo constituyó una experiencia agradable, si los sabores se desarrollaron bien, si los pude percibir correctamente, si hubo sabores que no se sentían porque eran opacados por otros, o porque eran muy sutiles. Si quedé satisfecho o me quedé con las ganas de disfrutarlo más. Toda una serie de opiniones subjetivas (valga la redundancia) que hicieron de la experiencia positiva, negativa o neutra.
He fumado cigarros que tienen sabores extraordinarios, pero se apagaban constantemente o no tenían buen tiro. Igualmente, he fumado otros que tienen un sabor y muy escaso, pero tiran de maravilla. Igual con destilados. En reseñas es posible que sea más estricto con el primero que con el segundo, respectivamente, pero es porque precisamente doy un gran valor a la experiencia.
Esa experiencia es personal, obviamente. Va muy atada al gusto que tenga por equis producto. Algunos me han dicho que no me gusta el ron dulce y por eso le doy baja puntuación, pero la verdad es que no tengo problema con que un ron sea dulce o no, y no pienso que porque sea dulce es malo o porque no sea dulce es bueno. Sin embargo, y en el ejemplo del ron, sí voy a penalizar en la puntuación final a un producto que trata de engañar al consumidor haciéndole creer que tiene una añejamiento equis, pero salvándose de ello al no poner la palabra «años» o inventando palabras para darle más categoría, tipo «malt rum».
Pero no le voy a dar más o menos puntuación a un tabaco porque sea habano, porque «trabajan con las uñas» o porque sea el primer producto de una marca desconocida. Todos los tabacos y destilados compiten en el mismo mercado. Sí puede ser que sea más crítico con un producto por su precio, pero creo que todos hacemos eso. Si un tabaco de $25 no quema bien o no produce sabores, eso debe ser penalizado en puntuación. Igualmente, si un ron de $150 quema en la boca o no tiene sabores, o promete un añejamiento de 25 años y muestra características más propias de un ron de 3 años, eso también se penaliza.
Pero esto no es un regaño. Es un saludo. Así que ¡Hola! Chévere verte por aquí.
Aquí puedes ver todos los tabacos que he reseñado
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Aquí puedes ver otras revistas en las que he colaborado: Sip a Rum, Latino Aficionado, Tabacos y Puros
Mi estimado Diego, un saludo desde tierras Aztecas.
Quiero agradecerte por compartir tus experiencias y comentarios en cada una de tus reseñas, la verdad son muy enriquecedoras y en lo particular, me han ayudado mucho a la hora de degustar puros y algunos destilados.
La verdad soy nuevo en el tema de los habanos, pero es algo que cada día disfruto más.
El saborear y el disfrutar de un buen puro, siempre debe de ir acompañado de un buen momento, como el sentarte a escuchar un buen Jazz con Chet Baker y beber un buen destilado.
Saludos y de nueva cuenta gracias por compartir.
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Chet Baker hace un maridaje espectacular con un buen tabaco y/o destilado. Miles Davis también, y Coltrane ni se diga, menos en su época free jazz, al menos yo no lo aguanto mucho tiempo. Gracias por tus palabras!
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