El Baton es una de las marcas más antiguas de JC Newman, empresa que se ha hecho más famosa por la producción del Brick House. Pero El Baton fue un producto creado por Newman, no la fábrica sino la persona, en 1914, torcido en una fábrica de Cleveland con tabaco cubano y gracias al auge de los cigarros hechos a máquina de la época, El Baton perdió terreno y fue eventualmente eliminado. No fue sino hasta 2008 que los nietos de JC Newman volvieron a lanzar El Baton como el primer puro nicaragüense de la empresa. Desde el principio solamente estuvo disponible en un tamaño: Doble Toro, aunque hoy en día está disponible en robusto, doble torpedo y belicoso también. Obviamente no es la misma liga, pero tenía curiosidad de probarlo en la vitola que fue concebido.
La anilla de El Baton no llama la atención en lo absoluto, incluso pareciéndose bastante a otras, mientras que el cigarro tiene distintas protuberancias y algunos cambios de color en su superficie, pero nada preocupante. No es un cigarro con muchos aromas en frío, apenas llegando a apreciar establo, mientras que en el pie y la calada en frío se aprecian un toque esperado de pimienta y algo de madera. Revisando un poco, los últimos 6 cigarros que he reseñado han sido dominicanos, por lo que este golpe de pimienta inicial es justo lo que me hace falta.
Aunque el cigarro fue concebido con estas dimensiones, no es el tamaño de cigarro por el que idealmente optaría, pero desde la primera calada El Baton emana humo abundante y cremoso, con sabores principales a madera, chocolate y un toque suave de pimienta; más suave de lo que esperaba. Sin embargo, con sus dimensiones bastante grandes y la cantidad de humo que sale de él, el final perdura muy poco tiempo en boca y hacia la mitad del primer tercio el sabor que más se siente es el de tabaco… lo cual siempre he dicho que es una redundancia, pero en este caso se siente como si ese sabor fuese el más destacado, y es un buen sabor.
El final comienza a perdurar más en boca a lo largo del primer tercio y mientras se acerca a su final se siente un sabor a cuero que le da una nueva dimensión al cigarro, aunque no lo beneficia del todo. La pimienta se siente, pero en ningún momento parece un cigarro nicaragüense como muchas marcas nos han acostumbrado, con sabores intensos a pimienta y casi sacando lágrimas. Este no tiene ese aspecto, sino que es más como una esencia de pimienta.
¡En el segundo tercio no podría estar más orgulloso de mi ceniza! Los sabores son más relacionados a tierra mojada, toques de madera y esta misma esencia de pimienta. En verdad esperaba un cigarro mucho más fuerte, pero no por ello se trata de un cigarro que no esté disfrutando. El humo y el tiro son espectaculares y la quemada, aunque nada recta, mantiene una ceniza casi perfecta.
El cigarro apenas llega a ser de intensidad media, con uno que otro toque que incluso le reduce esa intensidad. En el último tercio se hace un poco más dulce y con el mismo toque de pimienta y no mucho más. En general es un cigarro de intensidad media y que se disfruta, pero creo que su mayor enemigo es su tamaño, pues una vez que superé esa «diversión» de la ceniza, el cigarro en realidad se desvaneció bastante y era hasta incómodo darme cuenta cuánto faltaba para que se terminara. No sé si es una inclinación personal hacia estas dimensiones o si realmente en este cigarro en particular le vino mal, pero creo que en un formato más reducido los sabores podrían concentrarse más y ser mejor. Pero esa falta de complejidad no ayuda.