Honestamente me siento bastante afortunado de poder probar tanta variedad de tabacos de bodega, pues estos rara vez salen de Cuba y son una buena muestra de lo que el cubano ‘de a pie’ llega a fumar. Por supuesto, por mucho que visite tiendas especializadas en tabacos cubanos, esta variedad difícilmente la podré encontrar, así que dependo de ‘dealers’ medianamente clandestinos.
Como suele suceder con estos tabacos de bodega, no guardan demasiados sabores ni aromas en su interior; esencialmente son puro tabaco negro y, como pueden ver en la foto, no es un tabaco «bonito» (más allá de mi dedo, que tampoco lo es). Están bien enrollados, pero la capa tiene grandes venas y varios bordes irregulares, aunque su color tiende a ser uniforme. Antes de encenderlo pude sentir algunos aromas a tierra y nogal, e incluso un poco de paja.
La fumada inicial desilusiona un poco, pues tiene un toque ácido que resalta. Afortunadamente ese recibimiento dura poco y se va desarrollando en una fumada decente, con aromas a madera y una firmeza que evita que se queme muy rápido. Aquí no hay especias, ni hierbas, ni vainilla, ni frutos secos, el sabor solamente puede definirse como tabaco cubano.
La segunda mitad mantiene su firmeza en el humo y en su consistencia, con su sabor seco, pero un aroma y riqueza inequívocos. Hacia el final el humo se hace más caliente y los toques ácidos regresan, quizá para recordarte que es hora de apagarlo. El tiempo total de fumada no alcanzó la hora.
Puntuación: 39